De nuevo en Padang, cogí un barco hacia la isla Siberut, la isla más al norte de las islas Mentawai. El barco, bastante grande y estable, zarpó a las 20 y llegó a Siberut cuando salía el sol el día siguiente.
Los turistas van a Siberut a hacer surf o turismo vivencial en la selva. Conocí algunos surfistas a bordo, pero nadie que quisiera hacer un trekking por la isla y solo llegar comenzó el tira y afloja con los guías. Al final llegué a un acuerdo con Sarul, un chico que vive en la selva con su familia y que es local (habla la lengua “mentawai”) para hacer un tour de 4 días y 3 noches y visitar 2 familias.
Estuvo bien, pero el hecho de que fuera el único cliente y que él no ganara tanto como si fuéramos un grupo más grande hizo que él no estuviera demasiado motivado, que no fuéramos muy arriba del río a los pueblos más remotos, que no anduviéramos mucho por la selva y que yo pasara horas y horas sentado y viendo sociabilizar los locales hablando Mentawai sin entender nada. Sin embargo la experiencia fue muy interesante. Aquí va un poco de info de cómo viven algunas tribus a Siberut.
Visitando una familia local
La mañana del primer día tomamos un “pompong” (canoa de madera) y subimos por el río una hora y media. Llegamos a la casa de una familia integrada por la abuela, su marido (que había salido de visita y volvía al cabo de unos días) y una pareja con 3 hijos, que nos recibieron con el saludo local “aleuita”.
Tienen 3 tipos de construcciones: el “Sapó”, una construcción pequeña que hace la función de corral, y la “Uma” y el “Rusuk”, dos construcciones más grandes, la primera con una cocina central y la segunda con 2 cocinas en los extremos, una para hombres y una para mujeres.
Todas las casas tienen decoraciones dentro hechas de madera en forma de pájaros y hierbas que simulan flores para contentar a la casa de madera por el hecho de haberla cortado, reincorporando los elementos del bosque. También ponen calaveras de animales domésticos (cerdos, gallinas) mirando hacia dentro de la casa y de animales salvajes mirando hacia fuera (monos y jabalíes), para proteger a la familia. Las casas están elevadas y debajo viven los cerdos, que campan felices recogiendo lo que los humanos les tiran desde arriba.
Al poco de haber llegado comimos. La dieta se basa en “sagú”, una palmera que crece en la jungla y que utilizan para todo: hacen harina y llenan cañas o la envuelven con la misma hoja de la palmera y las tuestan al fuego. El resultado es una caña de donde se araña la miga de dentro o un churro con consistencia de goma que es como una especie de pan, respectivamente.
Aparte de eso, las mujeres pescan con redes pececillos y gambas en el río, y la abuela, de 50 años, bucea durante minutos bajo el agua para conseguir unas almejas de río (“codiai”). También incorporan a la dieta las semillas hervidas de un fruto verde (“claui”), que tienen gusto y consistencia entre castaña y haba, los “tamara” o larvas de dentro de los troncos caídos del “sagú” y lo que hayan cazado en el bosque: una ardilla (“loga”) o algún pajarito.
En Siberut no hace falta poner la mesa: no hay mesa ni cubiertos, se come directamente de los platos puestos sobre el suelo con las manos. Lo que sobra se tira por la barandilla o se pasa entre los listones de madera del suelo para que se lo coman los cerdos. ¡Los restos del suelo se los comen los gatos y perros, que deben ir siempre con cuidado de no ser vapuleados con un palo, y luego se barre y queda todo bien limpio!
Después de cada comida se socializa, se charla un largo rato, fumando, y las mujeres hacen una especie de cestitos con la hoja del sagú para poner arroz dentro y hervirlo, o hacen cuerdas a partir de lianas y fibras de la selva para reparar el techo de las casas.
Una celebración para inaugurar un Sapó y flechas envenenadas
Algunos miembros de las familias van vestidos con ropas convencionales, y otros con una especie de “taparrabos”. Cuando son adultos se hacen unos tatuajes que tienen relación con la tribu a la que pertenecen.
Al día siguiente, la familia vecina, guiadas por Robertus, hicieron una ceremonia de inauguración de un “sapó”. Para eso mataron un cerdo de tres meses y 5 gallinas.
Antes de matar a los animales, les rozan unas hierbas por el cuello y el cuerpo y les piden perdón por quitarles la vida:
Después de comer fuimos con Aman al bosque a hacer veneno para las flechas. Recogimos hojas de “lagi”, raíz de jengibre (“baglau”), unos bichos pequeños muy picantes (“daro”) y una raíz “laingit”. Aman lo trituró todo y exprimió el jugo, que extendió por la punta metálica de las flechas y fijó con fuego.
Una vuelta en barco que nunca olvidaré
Para acabar con la aventura de Siberut, volví con un barco más pequeño que el de la ida (solo hay 2 barcos por semana), todo hecho de madera. Por la noche toda la superficie del barco estaba cubierta de gente durmiendo y el barco se movía exageradamente en medio de la tormenta de izquierda a derecha, con la madera haciendo unos fuertes chirridos en medio de grandes olas. La mujer que dormía a mi lado tenía cara de miedo y de vez en cuando decía un par o tres de frases que debían ser “esto se hundirá, esto se va hacia el fondo”.
Creo que Alá, Dios, los Dioses animistas de los Mentawaiss y algunos otros trabajaron duro porque la mañana siguiente llegamos sanos y salvos al puerto de Padang.
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